NO ÉRAMOS TAN BUENOS, Y NO SOMOS TAN MALOS
Nos estamos convirtiendo, el pueblo colombiano, en
una afición exitista. Ganar nos hincha el orgullo y potencia nuestra realidad.
Y empatar, ¡ni siquiera perder! nos cae como una bofetada, que en ningún
momento vimos venir. Pasamos de la euforia a la incertidumbre como quien pasa
de una página a otra, y nos desgarramos buscando respuestas, soluciones y
culpables. El fútbol, como estado de ánimo, hoy nos hace visitar la cama con la
cara malosa y el corazón algo arrugado. Se empató ante una Venezuela a la que
se le pudo ganar, pero que mostró un espíritu combativo que le llevó a un
empate merecido por la permisividad de quien se cree ganador.
Línea por línea hay curiosidades. David Ospina fue
salvador pero terminó vencido y sale de toda discusión. Por el centro de la
defensa llegó el gol; hubo complicidad de Yepes al perder en el mano a mano
aéreo, y Luis Amaranto aun sigue buscando la ‘bocha’ en lo extenso del Metropolitano
(menudo espacio y tiempo para desatender la jugada más importante). El medio
del campo se ahogó en un gramado maltratado, perdieron en lo físico y faltó la
ayuda del banco. Arriba lucimos desteñidos, esfuerzos aislados entre Jackson y
Teófilo probaron que se reprobó en esta sociedad y que a Falcao, a quien aun no
podemos aprovechar, sigue haciendo falta.
Entre las curiosidades echamos en falta la agilidad
de un buen lector del partido sobre la raya. No vale la pena cargar con titas la
lentitud de Leonel Álvarez por no interpretar los cambios con mayor prontitud:
El minuto 90 ya pasó y ahí estuvo el error, pero hay que saber corregir. Un
saludo eso sí a Julio Avelino Comesaña para que viva con otra marcha su tarea
en el seleccionado.
No éramos tan buenos cuando le ganamos con lo justo
a la pobre Bolivia de la altura y no conviene ahora echarnos a morir cuando
Venezuela supo plantarnos cara. Se viene Argentina, débil y sin identidad, en
un momento para repetirles la dosis de hace cuatro años. Es tiempo para recoger
los restos, rearmar la estantería y poner lo mejor: la autocrítica al servicio
del país.
Eso sí, entre la desazón de los puntos perdidos,
preciso de escribir con altas el nombre del diferente; JAMES RODRÍGUEZ. No lo
voy a descubrir, pero sí a resaltar. Ha nacido la figura que el país desde
Valderrama reclamaba. Su personalidad invita a la ilusión. Tan joven y con qué
empeño tira del carro. Tiene pausa, control y visión. Sabe acelerar si el
espacio se lo permite. Está bien por izquierda sin ser el centro de atención
para evitar un marcaje intenso. Su fútbol promete alegrías. Esas sonrisas con
las que este martes a las 6:00 PM aspiro me inspiren a volver a escribir.
Daniel Angulo Rugeles
Sígueme en Twitter: @DanielAnguloR
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